Los Sueños, Características y Biología.
Los sueños, como la vida “real”. Están llenos de sensaciones, pensamientos y emociones, sin embargo, favorecen determinados estados de conciencia difíciles de alcanzar en la vida cotidiana.
Durante los sueños el inconsciente permite aflorar experiencias que pueden eludir la memoria consciente y el espacio tiempo. Lo atractivo para la neurociencia está en las estructuras que permiten que esto aflore, mientras que para el psicoanálisis lo importante radica en la interpretación y el sentido de lo soñado.
Las experiencias, personajes, objetos y situaciones que aparecen en los sueños pueden estar relacionados con la vida del soñante o aparentemente no tener nada que ver con ella, algunos podemos enmarcarlos en un tiempo y espacio real y otros aparecer totalmente distorsionados.
Lo que aparece en nuestros sueños puede estar relacionado con nuestra memoria biográfica reciente, con nuestra infancia, con el período natal y prenatal, o tener que ver con nuestro inconsciente colectivo familiar.
Hasta que despertamos no solemos tener consciencia del propio suelo, sin embargo, tras un adecuado entrenamiento o en algunos casos de forma natural, la conciencia del propio sueño aflora durante su transcurrir y nos abre la posibilidad de interactuar en tiempo real con lo soñado, estos se denominan sueños lúcidos.
Los pensamientos y las preocupaciones, previas a quedarnos dormidos, tienen la capacidad de generar sueños y de evocar personajes, imágenes y situaciones relacionadas con lo que nos preocupa.
¿PARA QUÉ OBSERVAR LOS SUEÑOS?
Los sueños son una fuente de información que permite aflorar claves relevantes para solucionar cuestiones pendientes. Freud sostenía que los sueños pueden despertar los recuerdos reprimidos por nuestra mente y aliviar los síntomas que esto nos ha producido.
Los sueños representan deseos inconscientes, ofrecen información válida para resolver conflictos y consolidan información recogida durante el día. Favorecen el acceso a la memoria inconsciente, nos entrenan para afrontar conflictos futuros, ayudan a desarrollar nuevas capacidades, ofrecen un estado de conciencia donde integrar presente, pasado y futuro, etc.
Los sueños pueden ser un recurso altamente terapéutico, por eso recomendamos poner la intención en aprovechar la información que nos ofrecen y transformarla en sabiduría y conciencia. Se puede hacer pidiendo antes de dormir a nuestra sabiduría superior ayuda para que esto suceda.
Más allá de la interpretación que muchas escuelas hacen de los sueños, nosotros nos centramos en la emoción que estos nos despiertan, especialmente cuando son repetitivos en contenido y emocionalidad. Esta información refuerza la intuición y es de gran ayuda para afrontar situaciones de cualquier tipo, desde las más cotidianas hasta las más trascendentales.
¿PARA QUÉ RECORDAR LOS SUEÑOS?
Por norma general soñamos entre 4 y 6 veces cada noche, aunque como hemos mencionado en la mayoría de las ocasiones no recordamos lo que hemos soñado.
Para recordar lo máximo posible de nuestros sueños es fundamental tener papel y boli, o una grabadora al lado de la cama, así nada más despertar y mantenernos unos segundo inmóviles, podremos tomar el hilo del sueño y escribir los recuerdos más relevantes para, a partir de aquí, poder ir completándolo.
Esto es importante porque en realidad el recuerdo de lo soñado se desvanece a gran velocidad en el momento en que despertamos. Se cree que son suficiente 5 minutos tras despertarnos para olvidar el 50% de lo soñado y en los 5 siguientes hemos olvidado el 90%.
CICLOS Y FASES DEL SUEÑO
Nuestro sueño es cíclico, cada noche pasamos por distintos ciclos y dentro de cada uno discurren varias fases o niveles de profundidad.
La primera fase de adormecimiento tiene una duración aproximada de 10 minutos, se caracteriza por una baja actividad muscular acompañada de movimientos oculares lentos.
La segunda fase o sueño ligero representa sobre el 50% del sueño, en esta etapa vamos desconectando lentamente de nuestro entorno, nuestra respiración y ritmo cardíaco se van ralentizando mientras que el movimiento ocular se detiene. En esta fase conviven períodos de gran actividad cerebral con otros de menor intensidad, durante esta fase es difícil despertarnos y en ella nos encontramos con sueños que nos pueden despertar súbitamente, los más habituales: cuando caemos por un precipicio; cuando nos persiguen y llegan a cogernos, etc.
En la tercera fase o de transición se accede al sueño profundo, siguen apareciendo ondas rápidas, aunque comienzan a predominar las ondas más lentas (delta), esta fase también es bastante breve de unos 2 o 3 minutos.
La cuarta fase se caracteriza porque la mayoría de las ondas son delta, proporcionan un sueño profundo que representa en torno al 15-20% del total del ciclo del sueño. Durante esta fase se para tanto la actividad muscular como el movimiento ocular, y durante este período también es difícil el despertarnos.
La quinta fase o sueño REM es la que propicia “los sueños”, se caracteriza por un rápido movimiento ocular y por una respiración rápida y superficial mientras que los músculos de las extremidades se paralizan. Se calcula que esta fase ocupa sobre el 25% del ciclo del sueño, entre 15 y 30 minutos.